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Autonomía



Veamos algunos puntos de vista generales sobre el tema.

Manrique[i], apoyando a Kamil con base a los postulados de Piaget, habla de una autonomía moral y de una intelectual, la cual se manifiesta en la persona cuando ésta es capaz de pensar y actuar por sí misma después de haber tomado en cuenta posiciones y opiniones de otros, fundamentándose en lo bueno o lo malo (moral) y en lo falso o lo verdadero (intelectual); el autor señala además, que se revela en saber aprender a aprender. Esta visión refleja una capacidad en el ámbito general de desempeño y en el específico de la educación.
Chica[ii] también asocia a la autonomía con la interacción y su logro en la persona conlleva el aprender a educarse para todos los escenarios de desempeño, el construir la ruta de su proyecto de vida a partir de la posibilidad de autogestionar el conocimiento propio y el trabajo cooperativo. Un aprendizaje autónomo permite a esa persona tomar las decisiones pertinentes sobre “… cómo alcanza la resignificación del conocimiento como una forma de vida que adopta con prudencia y libertad para la gestación de nuevos conceptos o teorías en medio del bombardeo de información de la sociedad del conocimiento” (p. 171).
Obviamente, esta condición debe abarcar todos los ámbitos de la vida misma para lograr un estado autónomo general, revelándose también el necesario cambio de rol en el estudiante y en el concepto de formación.

Su vuelo, un ejemplo de autonomía*

En esta misma línea de pensamiento, Sarramona[iii] destacaba, que para lograr la autonomía plena dos factores son importantes, la motivación (o el compromiso) que lo movilizará hacia la consecución de esa autonomía y el control que ejerza sobre el modo cómo logra el conocimiento, a través de los mecanismos metacognitivos, los cuales son los que le dan la conciencia de todo este proceso y que deberán ser activados intencionalmente.
Escamilla[iv], en la siguiente cita, hace una descripción amplia para indicar que una persona es autónoma, en un contexto general de desempeño, cuando:

… es dueña de sí misma, responsable de su vida y de sus decisiones; muestra voluntad reflexiva en cualquier contexto vital en el que tiene que actuar con criterios éticos; se orienta a emprender proyectos para transformar las ideas en actos; adquiere conciencia y aplica valores y actitudes personales como la responsabilidad, perseverancia, conocimiento de sí misma, autoestima, creatividad, autocrítica, control emocional; tiene capacidad de elegir, de afrontar los problemas; y capacidad de demorar la necesidad de satisfacción inmediata, de aprender de los errores y de asumir riesgos; tiene habilidades sociales para relacionarse, cooperar y trabajar en equipo; para ponerse en el lugar de los demás, valorar sus ideas y hacerles llegar sus propias ideas (asertividad). Conoce los principios, valores y normas del contexto social y cultural y actúa con los que ha personalizado; toma decisiones fundamentadas y elige con criterios propios; mantiene una actitud positiva hacia los cambios que implican mejoras (innovación); es flexible en sus decisiones y actuaciones. Exige un nivel de desarrollo que no se da hasta la adolescencia o posteriormente, y por ello ocupa un lugar destacado en la formación universitaria, relacionada con la capacitación para tomar decisiones complejas y regirse por normas personalizadas…(p. 3)

En esta última idea, acerca del nivel de desarrollo que se necesita,  adolescencia o posterior, para el logro de la autonomía en los términos expresados por  los autores, De Santis[v] la reafirma cuando expresa que esta autonomía no se visualiza como competencia en términos absolutos, sino como un proceso progresivo que el estudiante irá alcanzando mediante la enseñanza.
Como se desprende de los autores citados, la autonomía implica el saber aprender de por vida, tomar decisiones sobre sí mismo y su aprendizaje, así como hacer uso eficiente de la independencia. Se relaciona con la capacidad de autorregulación y debe desarrollarse como un valor personal. Asimismo, es relativa, puede ser pensada en cada circunstancia y en dependencia de los roles que se desempeñan.

La autonomía se entiende como una capacidad estratégica aprendida, enseñada intencionalmente y puesta en evidencia en la práctica misma de la persona en sus diferentes ámbitos de actuación.



[i] MANRIQUE, L. (2004). El aprendizaje autónomo en la educación a distancia. LatinEduca2004, I Congreso Virtual Latinoamericano de Educación a Distancia. Del 23 de marzo al 24 de abril 2004.
[ii] CHICA, F. (2010). Factores de la enseñanza que favorecen el aprendizaje autónomo en torno a las actividades de aprendizaje. Reflexiones Teológicas, núm. 6, (167-195) Sep.-dic. de 2010. Bogotá, Colombia. ISSN 2011-1991.
[iii] SARRAMONA, J. (1999). La Autoformación en una Sociedad Cognitiva. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia (RIED). Vol. 2, N° 1.
[iv] VILLARDÓN, L. Y YANIZ, C. (2011). La autogestión del aprendizaje y la autonomía e iniciativa personal. UNIVEST 2011, Girona, Juny de 2011.
[v] DE SANTIS, R. (2002). La Autonomía en el Aprendizaje del Estudiante Universitario: Bases Conceptuales para un proyecto de Educación a Distancia. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia. Vol. 3, N° 2, Diciembre 2002.

* Imagen en Pixabay

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